Hojas de ruta para una ciudadanía libre (CIII)

Feb 15, 2022

Por Eduardo Trujillo

El verdadero destructor de las libertades del pueblo es aquél que le reparte regalos, donaciones y beneficios.”

 Plutarco de Queronea (historiador, biógrafo y filósofo moralista griego. 46 – 120 N.e.)

¿Democracia en ocaso?

Del seis de julio de 1997 al 1 de diciembre de 2018 se desarrolló la primavera de la democracia mexicana, el arranque fue dado por tratarse de la primera elección que realizó un órgano electoral totalmente independiente, profesional y autónomo; el Instituto Federal Electoral.

El resultado de la elección de 1997; por primera ocasión en la historia del país, el partido hegemónico, que era el PRI, perdió la mayoría de curules en la cámara de diputados y los partidos opositores PAN, PRD, PVEM y PT, lograron 261 diputados de los 500, con lo cual obtuvieron el 52% de la cámara de diputados y con ello se iniciaron los gobiernos divididos, periodo en el cual ningún partido gobernante obtuvo el control de la cámara, que permaneció en manos opositoras, alternándose de tal manera que nunca coincidían con el partido que obtuviera el gobierno, tal situación de control mutuo entre los poderes electos prevaleció hasta 2018.

Veintiún años de balance entre los poderes del Estado imprimieron a la vida pública un matiz de libertades y apertura democratizadora, que permitió el inicio de la consolidación de derechos largamente pospuestos por el régimen postrevolucionario, que éstos empezaron a asomarse; tales como el derecho a la información, el derecho a protección de los datos personales; la paridad de género en la representación política; reconocimiento de la pluriculturalidad nacional, con los distritos indígenas; la protección contra la violencia política de género; de las personas con discapacidad; de los migrantes y de la comunidad LGBTIQ+.

La existencia de un órgano electoral independiente permitió que tres años después, se lograra la primera alternancia en la presidencia de la república, rápidamente se sucedieron alternancias de este tipo hasta lograr la tercera en el siglo; el 2018.

En el periodo mencionado, se plasmaron en la constitución nuevas figuras jurídicas de participación, así mismo, aparecieron nuevas vías de ejercicio de los derechos ciudadanos, tales como la iniciativa popular y las candidaturas independientes; la sociedad civil organizada se hizo presente mediante las ONG, y OSC especializadas en distintas temáticas, que enriquecieron la vida democrática.

A la vez que la sociedad civil se organizaba democráticamente, el Estado fue creando nuevas instituciones para introducir contrapesos al poder concentrado, limitaciones y acotaciones al poder; fue así como surgieron múltiples órganos constitucionales autónomos, que encaminaron la naturaleza del nuestra democracia hacia a una poliarquía, en los términos que plantea Robert Dahl; cargos públicos elegidos, elecciones libres y equitativas, sufragio inclusivo, derecho a optar a cargos públicos, libertad de expresión, información alternativa y libertad de asociación.

Dicho lo anterior, el periodo puede considerarse la primavera de la democratización de la vida pública, aunque el entorno en el cual se dio este florecimiento estuvo enturbiado por la aparición de la violencia criminal y los escándalos de corrupción gubernamental, lo cual propició el entorno y el terreno para el 2018.

Así llegamos al 2018, en donde se logra la tercera alternancia en la presidencia, pero por primera ocasión el poder ejecutivo y el poder legislativo recayeron en el mismo partido, el gobierno dejo de ser dividido y se obtuvo el gobierno más fuerte de la época contemporánea, las consecuencias las estamos viviendo.

A partir del uno de julio de 2018, paulatinamente empezó a crearse un ambiente de confrontación y polarización de la vida pública, se empezó a respirar hostilidad hacia todo lo anterior, con la instauración de un régimen cuya esencia es el resentimiento contra todo lo que le haya antecedido en el ejercicio del poder, el odio y la propaganda se convirtieron en la forma de gobernar.

El mañanero discurso oficial empezó a negar la pluralidad democrática existente y originada en los años precedentes, para reducir de manera dicotómica a las y los mexicanos entre buenos y malos, haciendo para ello uso de la conceptos y filosofía sobre lo político del jurista alemán Carl Schmitt; quien militó en el Partido Nacionalsocialista y ejerció diversos cargos bajo el régimen nazi  y concibió la democracia como homogeneidad, en la cual las diferencias deben ser excluidas o eliminadas, para lograr la unidad política.

El 2018 marcó un parteaguas mediante el cual se empezó a revertir y a minar el avance democratizador de los 21 años precedentes, mediante un acoso y descalificación sistemática de la instituciones, organizaciones y derechos obtenidos en la efímera y frágil primavera democratizadora del nuevo siglo.

El ocaso llegó cuando el resentimiento se institucionalizó como política de Estado, misma que se autonombró 4ª transformación, consistente en concentrar el poder en una sola mano; el poder ejecutivo, quien al estilo de los monarcas feudales exigió a las poliarquías arrodillarse y jurar lealtad, so pena de sufrir la ira del máximo jerarca y conocer la furia de su espada.

Pronto la libertad de expresión y, las fuentes de información alternativas al gobierno, fueron tachadas de adversarias al régimen y enemigas del pueblo.

El pueblo fue despojado de expresión y voluntad propias y el máximo jerarca asumió el papel de intérprete único de los sentimientos y la voluntad del pueblo erigiéndose en su único vocero.

Matinalmente la propaganda pontifica, fustiga, juzga, establece categorías morales, sociales y humanas, destruye honras y prestigios, daña carreras y reputaciones, anuncia nuevos enemigos y amenazas y, se polariza al país.

Al inmenso poder que se concentra ahora en el ejecutivo, se suman la opacidad gubernamental y la ausencia total de rendición de cuentas, las sospechas de impunidad a cambio de lealtad política y el cobijo contra viento y marea, de quienes han demostrado ser incondicionales; se ha consolidado la hegemonía de una secta antidemocrática en el poder público.

Tres años han bastado para desandar el camino avanzado en la senda democratizadora de México, día con día, desde los altos circuitos del poder, se vierten grandes cantidades de contaminación al ambiente político, generando un entorno tóxico para el quehacer público y de quienes no coinciden con la opinión omnímoda y lapidaria del “interprete del pueblo bueno”.

La eterna cantaleta de que en 2006 se fue víctima de fraude, tema sobre el cual no han presentado ninguna prueba o evidencia, la aderezan muy bien con victimización, cada vez que las autoridades electorales los pillan en flagrante violación de las leyes electorales a ellos y a  sus compinches y amigos a los cuales cubren y protegen hasta la ignominia, así sean abiertos violadores de normas y personas; y vaya que les gusta mentir y engañar en los temas electorales, el más reciente es la extracción de apoyos para una supuesta “ratificación de mandato” que no existe pues se trata de una revocación por pérdida de la confianza.

En el ejercicio antes mencionado no solo hay falsos apoyos, han falsificado firmas, resucitado muertos y recibido “apoyos” de personas en prisión.

La democracia mexicana ha entrado en un periodo de ocaso, pues el presidente, descalifica diariamente a la prensa libre, a las ONG,s y Organizaciones de la Sociedad Civil, a los Organismos Constitucionalmente Autónomos, ha declarado moralmente derrotados a sus adversarios y “quiere exterminar al INE”.

Poco tiempo bastó para retroceder 50 años de la lucha por apertura democrática; hoy la jerarquía política, que desprecia la ciencia y la preparación técnica, que prefiere la lealtad personal, aunque ineficiente y con baja instrucción, por lo que coloca a México alineado con Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Perú, Turquía, Corea del norte y Rusia, a quienes cada día se asemeja más.

¿Qué fue de ese México que tenía en la administración pública a personas inteligentes, muy bien preparadas y expertas en los temas que atendían; las que hicieron posible que el país ocupara un lugar como socio digno de la OCDE? ¿Por qué lo están convirtiendo en un país de vergonzantes equívocos y con caprichos propios de un dictador de república bananera?

¿Será ese resultado el que desean todos los mexicanos o, solo algunos cuantos iluminados que se creen intérpretes del “pueblo bueno”?

¿Acaso no hay mexicanos y mexicanas que puedan hacer algo para evitar este deterioro de la democracia?

¿Será posible que nadie más advierta el peligro?

Contacto: eduardomtrujillo59@gmail.com