Hojas de ruta para una ciudadanía libre (LXV)

Abr 9, 2021

Por Eduardo Trujillo

“Es solo por su estupidez que algunos pueden estar tan seguros de sí mismos.”

Franz Kafka (Escritor checoslovaco)

Estupidez vs. Democracia

Si bien los límites constitucionales, constituyen la salvaguarda de toda democracia que se respete, no son las constituciones y sus normas, las únicas reglas que han permitido la permanencia de la normalidad democrática en, países como, los Estados Unidos, Noruega, Dinamarca o Inglaterra.

Académicos de la universidad de Harvard, como Steven Levitzki y Daniel Ziblat, el primero Profesor de Gobierno y estudios sociales, en esa universidad y el segundo, especialista en estudios sobre democracia y autoritarismo en Europa del siglo XIX al actual, también por esa prestigiada universidad, consideran que la fragilidad del orden constitucional en las democracias puede ser rebasado con facilidad y poner en riesgo de colapso a cualquier orden democrático.

Coinciden en sus conclusiones otros expertos en derecho constitucional, como Aziz Z. Huq y Tom Ginsburg, expertos investigadores de la escuela de derecho de la Universidad de Chicago, quienes señalan (“How to Lose a Constitucional Democracy”) su preocupación sobre una «ausencia de progreso democrático», «recesión» o «declinación» en la marcha de la democracia desde la tercera ola de democratizaciones, en la década de 1990.

Y advierten en su texto “en manos de un dirigente verdaderamente antidemocrático, las salvaguardas constitucionales y legales de la democracia… resultarían bastante fáciles de manipular.”

Los de Harvard por su parte dicen que “todas las democracias de éxito dependen de reglas informales, que pese a no figurar en la Constitución ni en la legislación, son ampliamente conocidas y respetadas.”

Se refieren concretamente a normas no escritas, que constituyen códigos de conducta compartidos, que son conocidos, aceptados y respetados por los integrantes de una sociedad concreta, “códigos deontológicos” de conducta “ética”, entre las que destacan dos, para que una democracia funcione: la tolerancia mutua y la contención institucional.

“La tolerancia mutua alude a la idea de que, siempre que entre adversarios acaten las reglas constitucionales, se acepta el derecho a su existencia, a competir por el poder y a gobernar para todos.” Se aceptan como contrincantes legítimos.”

“Cuando las normas de la tolerancia mutua zozobran resulta difícil sostener la democracia. Cuando se contempla a los adversarios como una amenaza peligrosa, y se teme que resulten elegidos y, se etiquetan como “delincuentes” o subversivos”, se abre el camino a las medidas autoritarias y las democracias se desmoronan.

La contención institucional, por su parte implica autocontrol, paciencia, templanza y tolerancia que “evitan el hecho de no asumir prerrogativas que la ley otorga al poder, ensanchando límites, en donde para evitar perder, asumiéndolo, como parte rutinaria y aceptable del juego democrático, se eleva el endurecimiento para convertirlo en una catástrofe a gran escala”.

Cuando los niveles de polarización de una sociedad se elevan al grado de una lucha por obtener “el todo o nada” la creciente intolerancia socava todo vestigio de entendimiento.

Lo anterior, que es novedad en el ámbito de la democracia, no lo es en el arte de la guerra, Sun Tzu, el clásico del general chino, en su tratado de hace más de 2600 años, recomendaba “Cuando rodee a un ejército, deje libre una vía de escape. No presione con demasiada dureza a un contendiente desesperado.”

La anterior frase tiene su equivalente en la filosofía popular que aconseja “No acorralar a un enemigo dejándolo sin posibilidad de escape o huida, pues al sentirse perdido luchará denodadamente para sobrevivir que terminará por derrotarte.”

El nivel de convivencia social ante la elevación de la polarización política está rebasando límites éticamente preestablecidos y la confrontación se ha elevado a niveles de ausencia de racionalidad y, está deteriorando la política al grado de convertirla en un diálogo entre sordos, en nuestro país.

La política  en democracia, siempre se encuentra envuelta en un amplio manto de racionalidad y de posibilidad de diálogo y entendimiento, entre los distintos actores, pero en el actual arranque del proceso electoral nos encontramos ante lo que podía equipararse a la paz armada, pues solamente se están considerando nuevas armas para aniquilar cualquier diferendo, cualquier circunstancia que se oponga al control absoluto, lo que en la guerra se conoce también como “guerra a campo quemado”, estrategia mediante la cual se arrasa con todo, sin cuartel, y no solo  se destruye totalmente y aniquila al enemigo, pues ni siquiera toma prisioneros, en suma, la estrategia de la barbarie.

Sumamente lamentable que después de 30 años de construcción de una democracia cuyos procedimientos son admirados y reconocidos internacionalmente, al interior del país  haya quien, considere como estrategia política la destrucción, no de la institución pero si del prestigio y de su legitimidad con discursos falsos basados en una ausencia de racionalidad o plena irracionalidad, que sólo es clasificable en uno de los cuatro clásicos comportamientos que ya señalaba el tratado de Carlos Cipolla sobre el ensayo sobre la estupidez humana cuando hablaba de ese comportamiento, desde una perspectiva totalmente científica y no peyorativa.

En su ensayo, el académico y filósofo italiano Cipolla (“Allegro ma non troppo”), clasifica en dos ejes de conductas básicas del comportamiento humano y, coloca en un eje cartesiano la actitudes que se gradúan en escala desde el perjuicio extremo, pasando por cero hacia  beneficio máximo en  el eje de las “x” o de la coordenadas  horizontales, al beneficio propio o individual; en el eje de las” y” o, de las coordenadas verticales, se ubica la escala del perjuicio ajeno máximo al beneficio ajeno máximo, que se intersecta en cero con el anterior.

El resultado del plano cartesiano propuesto por Cipolla arroja cuatro campos característicos que definen todo acto humano, al quedar clasificado en alguno de ellos; si los enumeramos en el sentido de las manecillas del reloj tendremos los siguientes cuadrantes (1) Actos inteligentes pues benefician a los demás y también a sí mismos.  (2) Actos egoístas, dolosos o ventajosos y perversos: perjudican a los demás y se beneficia a sí mismo quien los comete. (3) Actos estúpidos:  perjudican a los demás y también a quien los comete. (4) Inocentes, incautos o heroicos: benefician a los demás y se perjudica quien lo comete.

El primer cuadrante caracteriza la racionalidad, el segundo cuadrante el egoísmo, el tercero la estupidez y el cuarto el auto sacrificio; el primer cuadrante sintetiza el Ganar –Ganar (todos ganan un poco); el segundo cuadrante, sintetiza la actitud del bandido o, del embudo o, grafico Paretiano, en donde gana quien lo comete y la mayoría pierde (los fraudes); el tercer cuadrante representa la síntesis de la insania mental en donde todo mundo sale perdiendo, es un escenario apocalíptico del Armagedón; finalmente el cuarto cuadrante, sintetiza el papel del martirio, el sacrificio o autoinmolación heroica, en la cual el individuo se daña, para que los demás se beneficien.

La falta de contención institucional y la ausencia de tolerancia mutua de los actores políticos, actualmente en nuestro país, que siguen sin entender el mensaje detrás de una histórica frase que el actual presidente de los Estados Unidos Joe Biden, expresó en relación a los hechos del seis de enero en el capitolio y que decía así;

“Las palabras de un Presidente importan”, en referencia al discurso de odio que Donald Trump venia esparciendo y que motivaron el incidente en el Capitolio en esa fecha, son elementos que llevan a actos ubicables en el tercer cuadrante de Cipolla y, representan un escenario que puede llevar al colapso de la democracia, por su irracionalidad.

Las palabras y el ejemplo de un liderazgo, arrastran a la multitud a actos que pueden llegar a indeseables, cuando se rebasa una tenue frontera y, cuando se amenaza con modificar la constitución, con el exterminio, con el ostracismo social y político, a diestra y siniestra, se descalifica a tirios y troyanos; se siembra un germen de destrucción social cuyas consecuencias, todas las personas sobrevivientes lamentarán.   

La inconciencia en la responsabilidad política, sobre las consecuencias que pueden tener las palabras utilizadas y las declaraciones de figuras admiradas o muy representativas en cualquier sociedad democrática, constituyen armas muy potentes, capaces de destruir sociedades, esa es la enseñanza que para la humanidad nos dejó el texto hindú “Majabhárata”, sobre la “Guerra de Kurukshetra”, en la cual, los actos de soberbia e intolerancia desataron una guerra que destruyó el mundo existente, por haber cruzado todos los límites permitidos y  divinos (éticos, en la interpretación actual) por buscar el aniquilamiento de toda resistencia, entre la dinastía gobernante.

Ninguna democracia es capaz de existir, tan siquiera, sin partidos políticos opositores al gobernante; o si se carece de auténtica libertad de expresión o de prensa libre y no alineada al poder público; sin división de poderes y equilibrio entre los mismos; sin mecanismos que protejan al individuo de cualquier abuso del poder público (amparo); sin certeza jurídica; sin juicio justo ante un tribunal imparcial y, sin la existencia de instituciones autónomas que cumplan y hagan cumplir la ley, como decía Sun Tzu, que “cumplan el deber de llevar a cabo la misión incluso ante las protestas del rey.”   

¡Solo así lograremos la democracia que todos deseamos!

¡Hasta la próxima! Y muchas gracias por sus comentarios.

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